Reparto: Göska Ekman (Fausto), Emil Jannings (Mephisto), Camila Horn (Gretchen/Margarita), Frida Richard (mamá de Gretchen) William Dieterle (Valentín, hermano de Gretchen), Yvette Gilbert (Marthe, Schwertlein), Eric Barclay (Duque de Parma), Hanna Ralph (Duquesa de Parma), Werner Fuetterer (Arcangel). Director: F.W. Murnau. Fotografía: Carl Hoffman y Günther Rittau. Guión: Hans Kyser.
Fue el último filme que hizo en Alemania en el año de 1926 y en él, Murnau explora los anhelos del ser humanos por el poder, el conocimiento, los placeres y la inmortalidad. Originalmente lo iba dirigir Ludwig Berger (El ladrón de Bagdad, 1940), sin embargo, el productor, Erich Pommer, se decidió por el director de Nosferatu, ya que éste mostró interés por el proyecto desde que supo de él.
Murnau había esperado dos años en pre-producción durante los cuales buscó a los actores que llenaran sus expectativas: inicialmente, el director considero a la actriz Lillian Gish como protagonista principal; pero le fue imposible contratarla, lo cual le llevó a una búsqueda hasta que encontró a la joven Camilla Horn, todo ello en último momento, cuando el rodaje ya había comenzado. Luego, reclutó al grupo que ya había trabajado con él en otras películas y que ya eran fetiche de muchos directores del movimiento expresionista: Robert Herith y Walter Röhrig (de El gabinete del Doctor Caligari) como productores del diseño y escenaristas, fotografía de Carl Hoffman. Todos ellos tuvieron que someterse a la extrema meticulosidad del director quien, por ejemplo, llegó a grabar durante todo un día la escena de la firma del pergamino hasta que esta quedó a su gusto. Se dice que incluso llegó a impacientar a la estrella principal de la época, Emil Janning (actor de Metropolis), pues lo obligaba a planificar con detenimiento cada gesto que aparecía en pantalla.
Ni siquiera los problemas técnicos fueron obstáculo: ciudades, ríos y montañas formaron parte de un decorado que contenían rieles por los cuales se movía la cámara y con los que se reprodujo la sensación del vuelo. Incluso se llegó a rodar con dos cámaras al mismo tiempo en un gran número de tomas destinadas al montaje de distintos negativos; lo cual también era una cuestión de seguridad, pues el filme se distribuiría en todo el mundo y los negativos se deterioraban con las copias, por lo ello se sacaban versiones dobles o de seguridad. Esto también explica que la película tuviera por lo menos cinco montajes distintos: una alemana original, una alemana tardía una francesa y dos estadounidenses en poder de la MGM.
La película, sin embargo, fue un fracaso financiero. De los dos millones de marcos que se invirtieron (la más cara antes de Metrópolis) sólo se recaudó un millón en taquilla.
Su relación con la pintura
El estilo de esta película se alimenta de diversos pintores, especialmente de expresionistas y románticos. No resulta extraño si consideramos que el director de fotografía, Carl Hoffmann frecuentaba el mundo artístico de la época y conocía a pintores como Franz Marc y Kandinsky, entre otros. En cuanto a los escenarios, Robert Herith y Walter Röhrig, en especial este último que ya había trabajado en los decorados de Caligary, se vieron influenciados por la pintura expresionista y los escenarios del teatro de este movimiento en el cual también había trabajado Murnau.
En el filme se recurrió a los grandes maestros del arte (en Fausto hay referencias a Caspar David Fiedrich, Rembrandt, Alfred Kubin o Arnold Böcklin y muchos más) y a las estrategias de la propia pintura: Las composiciones en diagonal que a veces recalca con picados y contrapicados (por ejemplo, el encuentro entre el Arcángel y Mefisto), el uso de líneas oblicuas que fugan hacia el horizonte para transmitir una mayor perspectiva a las escenas, la disposición y combinación dentro de un espacio de elementos o grupos humanos que equilibran el encuadre a la vez que dan una mayor profundidad o la utilización de polos opuestos para enfatizar secuencias y personajes. Citaremos algunos ejemplos de algunos de los pintores más relevantes que son homenajeados: Mefisto y Fausto cabalgan a lomos de un corcel remite al cuadro de Lovis Corinth Dos caballos al galope con Fausto y Mefisto, de 1922; las ilustraciones que August von Kreling realiza para el Fausto de Goethe publicado en 1885 aparecen casi idénticas; si miramos la pintura de Caspar David Friedrich llamada Hombre y Mujer contemplando la luna notaremos la escena de los caminos, antes de la invocación; o Caminante ante un mar de niebla de éste mismo, en la escena de los peñascos.
La leyenda de Fausto
Recordemos que el guión de Hans Kyser se basa en el Fausto de Johann Wolfgang von Goethe, de Christopher Marlowe y en un manuscrito de Ludwig Berger, de allí que sea tan importante desentrañar quién es este personaje. El Fausto histórico nació en 1480 en la ciudad de Knittlingen, situada en el actual Estado alemán de Baden-Wurtemberg; se dice que murió en 1540 en Staufen en Brisgovia, quizá debido a una explosión durante un experimento con sustancias químicas.
En 1587 el librero Johann Spies, de Frankfurt, publicó Historia von D. Johann Fausten, de un autor anónimo. Esta versión es conocida como El Fausto de Spies o Volksbuch (Libro popular). Aunque no se destaca por su calidad literaria, la obra tuvo una gran acogida por parte del público y narra cómo el Doctor Johann Fausten, teólogo y practicante de magia negra, invoca al Diablo para tratar de someterlo a sus órdenes; por medio de ese pacto, Mefostófiles, demonio súbdito del Diablo, accede a obedecer y dar información de todo aquello que intrigue a Fausto durante veinticuatro años, al término de los cuales el alma de éste será propiedad del Diablo. Durante esos años, Fausto oscila entre los excesos mundanos y el arrepentimiento; sin embargo, el Diablo nunca le permite llegar al arrepentimiento completo, amenazándolo y atemorizándolo, por lo que, pasados los veinticuatro años, Fausto muere de una manera violenta y es llevado al infierno. Un rasgo particular del Fausto de Spies es la presencia constante de un tono moralizador en su “Prólogo al lector cristiano”, y a través de las abundantes citas bíblicas y las amonestaciones presentes. Sin embargo, existe otro manuscrito que es reconocido como la más antigua versión de Fausto: Wolfenbüttler Handschirft, publicado por primera vez en 1892 por su descubridor, el bibliotecario Gustav Milchsack. Esta versión data probablemente de 1570 y no contiene ningún tipo de censura.
Meses después de la publicación del primer libro, se editó una versión en verso conocida hoy como Tübinger Reim-Faus, que tampoco destaca por su calidad estética. La publicación de esta última fue un fracaso editorial y, para empeorar las cosas, su editor y el autor fueron llevados a prisión por no haber cumplido con los estatutos de censura y los ejemplares fueron destruidos.
Dos años después, en 1592, vio la luz la obra de Christopher Marlowe quien adaptó la leyenda a la estética Renacentista y le dio una mayor profundidad al personaje. En 1760, el enciclopedista y escritor alemán Gotthold Ephraim Lessing fue el primero en hacer que el personaje se redimiera, pero de su obra sólo se conoce un fragmento. Finalmente, el mundialmente conocido Fausto de Goethe, escrito como obra de teatro en verso, más para ser leído que representado e influenciado por las corrientes del Romanticismo y el Clasicismo.